Cedros, caobas, robles, ciricotes, resinas de varios polímeros, material de recicle, piedra y bronce.
Hay en estas esculturas una intensión humanística de exhibir y mostrar al hombre que renace de entre las cenizas de una naturaleza ultrajada, martirizada: La Hybris de la madera como carne de la escultura, en este sentido la escultura es el sueño de las formas detrás de la materia: El no saber lo que la mano y sus herramientas develarán al artista (y a nosotros): El asombro del volumen y de una nueva figura que solo y sola se revelará al final de la última lasca hendida por la gurbia. En la obra de Rosa María Espinola, la naturaleza y mundo se vacían del volumen y nos dan la raíz escondida de las formas del espíritu de quien las ha creado. Sus figuras nos miran despiadadas (aún las que no tienen ojos, las que son un simple torso o un pedazo de madera curveada y quemada) y abandonadas a su propia materia interior. Tienen vida interna, movimiento biológico petrificado, maderizado: Nos miran desde su soledad de cuando eran árbol derribado en los montes de esta llanura nuestra. Hay una impureza luminosa en esta obra, en los desbastes inacabados, en la forma tosca del filo de la madera en su sentido íntimo y natural. Por eso Baudelaire decía que "La escultura parce brutal y objetiva como la misma naturaleza, Hegel lo escribió con claridad y sustancia: A cada suerte de material real le corresponde cierto contenido y cierto modo de concepción."